Folclore en el Campo de Montiel

MÚSICA TRADICIONAL DE VILLANUEVA DE LOS INFANTES Y EL CAMPO DE MONTIEL

La posición estratégica que ocupa Villanueva de los Infantes en el folklore manchego como paso entre Andalucía, Castilla y Levante le otorga a su música de tradición oral una personalidad propia que se mantuvo viva hasta pasado el ecuador del siglo XX y, en algunos casos, hasta nuestros días.

Mantenidos por hombres y mujeres-memoria excepcionales, han llegado hasta el siglo XXI diversos cantares y músicas, presentes a lo largo del ciclo anual, que abarcan todo tipo de géneros.

Buena muestra de ello dieron los investigadores que se acercaron hasta aquí para recoger y estudiar nuestras músicas tradicionales. Pedro Echevarría Bravo, en su obra El Cancionero Musical Manchego (1951), ofrece a lo largo de sus páginas afirmaciones del tipo «el folklore de Infantes se conserva aún intacto y virginal» o «en la comarca de Infantes (…) es donde más riqueza lírico-popular tiene la ronda manchega».

También el estadounidense Alan Lomax, uno de los etnomusicólogos más importantes del pasado siglo, estuvo en Villanueva de los Infantes, grabando en 1952 varias piezas que destacaban por su calidad y singularidad. Este estilo quedó registrado magistralmente por Alan Lomax en un fandango y, sobre todo, una jota que deleita y admira por igual a expertos y amantes del folklore de todo el país. El etnomusicólogo norteamericano seleccionó esta pieza para ser publicada en Rounder Records «porque sintió que no estaba contaminado por el sobre-refinamiento de la escuela moderna de jota aragonesa» pues, efectivamente, muestra un carácter y unas propiedades muy diferentes a lo que se puede escuchar en muchos grupos de folklore de dentro y fuera de Castilla-La Mancha.

Bailes

Los bailes: jotas, seguidillas, malagueñas, fandangos y otros palos,  aunque de forma más debilitada, también han llegado hasta nuestros días. Entre ellos, la jota, es la que más ha sobrevivido al desplazamiento de estas músicas con la llegada de los bailes “agarraos”, modernos en la época. Es la seguidilla, el son manchego por excelencia, el que más ha sufrido este paso del tiempo en Villanueva de los Infantes

Sin embargo, es en la comarca del Campo de Montiel, dónde Pedro Echevarria Bravo, recogió una buena parte de los bailes y coreografías recogidos en su Cancionero Musical Manchego. Aquí habla de las torrás: “un baile muy típico, pero mucho menos conocido que las seguidillas, el cual se practica en muy pocos pueblos, a excepción de La Solana, Daimiel, Villahermosa, Torre de Juan Abad y Ciudad Real. Es una variante de la seguidillas, aunque de un movimiento más animado y más alegre…”

En pueblos como Alcubillas, Alhambra, Carrizosa o Fuenllana, recogió muchas de las seguidillas cantadas por personajes bien conocidos en la época, como el pastor José Léon Rendondo, alias “Cascabel” de Alhambra,

También hace mención especial a la “Danza de las Ánimas” de Albaladejo, o danza de espadas, que tiene lugar “durante los tres días de Carnaval en la iglesia, y el último en el cementerio”.

Rondas

No obstante, más allá de estas manifestaciones populares, donde más ha destacado la música de tradición oral de la localidad es en la que se interpretaba con rondas: conjuntos más o menos amplios que, combinando voces e instrumentos de todo tipo, intervenían a lo largo del año en bailes, rondas de mozos, mayos, quintos, etc..

Villanueva de los Infantes siempre ha contado con un gran número de estas agrupaciones de distinto nivel, desde simples aficionados que tocan para entretenerse a semiprofesionales, que eran requeridos en distintos puntos de la provincia para amenizar bodas y fiestas de todo tipo. Probablemente la merecida fama de esas rondas, o rondallas, fue lo que atrajo a Alan Lomax a Infantes, donde entre las más de treinta que existían en la época, grabó a la rondalla de Jesús Ordóñez. Guitarras, bandurrias y laúdes estaban presentes en todas y cada una de las rondas, pero también eran muy frecuentes violines, acordeones, flautas traveseras así como instrumentos de percusión como platillos, panderetas o castañuelas.

Los mayos

Un capítulo aparte en las músicas de tradición oral de Villanueva de los Infantes merecen las rondas de mayos, que desde tiempos inmemoriales celebran con cánticos y ritos muy arraigados la llegada del mes de la fertilidad, consagrado por la iglesia católica a la Virgen María.

Estas rondas tienen lugar en dos días diferentes: por un lado está la “Noche de las damas”, celebrada la madrugada del 30 de abril al 1 de mayo, en la que las rondallas, tras ofrecer en la puerta de la iglesia el primer Mayo a la Virgen de la Antigua, realizan un recorrido que puede durar hasta más allá de la salida del sol por casas de familiares, amigos y (antiguamente solo) novias. Allí interpretan el “mayo”, una larga, detallada y poética descripción idealizada de la mujer, considerada como una declaración amorosa en toda regla y que podía ser aceptada invitando a comer y a beber a los músicos o rechazada ignorándoles, y “la pieza”, alguna canción (jotas, pasodobles, canciones de ronda) que eligen para ese año cada grupo.

Por otro lado está la “Noche de las Cruces”, que tiene lugar entre el 2 y el 3 de mayo, en la que las rondas visitan las distintas Cruces que grupos de vecinos, amigos o cofradías adornan y visten en casas, calles y capillas. En este caso cantan el Mayo a la Santa Cruz o a Jesús en los que se relata la Pasión de Cristo. Tanto el Mayo a las Damas como el de la Cruz admiten diversas letras que la inventiva popular va creando poco a poco, pero comparten la misma música: una melodía de ritmo binario que alterna partes instrumentales con otras cantadas a coro o en solo, con un salto de quinta al inicio muy característico y unas armonías que nos retrotraen varios siglos atrás. Una vez cantado el mayo a la cruz, las rondallas pueden echarle el mayo a las “peanas”, son las mujeres que visten la cruz y la acompañan durante las 24 h que dura la fiesta.

Más allá de la belleza intrínseca de los cantos y rituales celebrados en estos días, lo que sorprende en los Mayos y Cruces de Infantes es que prácticamente todo el pueblo participa en esta fiesta, bien sea formando parte de una rondalla, recibiendo el mayo y vistiendo o visitando las Cruces.